«Lo que es imposible para el hombre, es posible para Dios». Lucas 18:27

0
106

Por Ruperto González Torres

Hoy en la mañana recibí una inesperada visita de un amigo. Es un caballero a quien conocí hace poco más de dos años. Vino para consultar algo conmigo. Quería saber cuál vacuna es mejor…Pfizer o Sinovac. Me llamó mucho la atención su pregunta. El amigo es una persona sumamente educada. Es un profesional. Un caballero serio y muy inteligente. Desde hace mucho tiempo le recomendé que se vacunara. Ya tiene 80 años y le había explicado que a su edad, un contagio de coronavirus es muerte segura. También le había explicado los mecanismos a través los cuales las vacunas ofrecen protección y la importancia que tiene la vacuna para él, para sus seres amados y para las personas con las que él tiene contacto frecuente. Cada vez que nos veíamos yo siempre tocaba el tema con la eterna pregunta: ¿Te vacunaste? Su respuesta siempre fue: ¡No! Mi amigo tenía muchos argumentos para no vacunarse. Es una persona muy pensante, le encanta leer, analizar y profundizar. Es un gran conocedor de filosofía y de sociología. Es un hombre conservador. Es una persona muy amable, simpático y súper caballeroso. Sus argumentos para no vacunarse eran profundos, aunque totalmente equivocados. Mi amigo estaba absolutamente seguro de que sus argumentos eran válidos. Cuando una persona está convencida de algo, aunque esté equivocado/a; por más evidencia que uno le presente para demostrarle su equivocación, es muy difícil que cambie de opinión. Me contó que en su familia habían siete hermanos y hermanas. De los siete solo quedan dos, él y una hermana cuya edad es 92 años. Me habló acerca del gran amor que existe entre él y su hermana. Me dijo que su hermana siempre ha estado presente cuando él ha necesitado ayuda. Su hermana se había vacunado, lo llamó y le pidió que él también se vacunara, y que lo hiciera por ella. Expresó que por el gran amor que siente por ella, no podía negarle esa petición. Me preguntó cuál era la mejor de las vacunas accesibles…yo le respondí. Dijo que de mi apartamento saldría directamente a vacunarse. Y así fue.

Mis razones científicas, mis conocimientos médicos, mis argumentos de lógica, mi razonamiento de «sentido común», el respeto que mi amigo me tiene…nada de eso lo pudo convencer para que se vacunara. Pero Dios es grande, Dios es infinitamente poderoso. Jesús dijo: «Lo que es imposible para el hombre, es posible para Dios». Dios utilizó el profundo amor entre mi amigo y su hermana. Bastó una sola llamada de amor de parte de su hermana, y lo convenció. Mi amigo está vacunado con su primera dosis. Si aún no te has vacunado, si todos mis argumentos no te han convencido…medita, piensa en todos tus seres amados, tal como lo hizo mi amigo. Mi amigo demostró que verdaderamente ama a su hermana. Si tu verdaderamente a los tuyos…vacunate, tal como lo hizo mi amigo hoy. El amor no es palabras lindas. El amor se demuestra con hechos. El amor nos exige seriedad, responsabilidad, preocupación y cuidado. Tenemos que cuidar a nuestros seres amados y nos tenemos que cuidar para ellos. El no vacunarse en contra de una enfermedad sumamente contagiosa y mortal, es una muestra irrefutable de ausencia de amor hacia los nuestros. Dios nos quiere cuidar y bendecir, pero le rechazamos y nos resistimos a recibir sus bendiciones. ¡Hazlo por Dios y por los tuyos…vacúnate ya!

***

El autor dirige el ministerio «Cristo salva sin religiones»

- Publicidad -

Deja un comentario