En República Dominicana, la Evaluación Quinquenal (EQ) consignada en la Ley No. 139-01, que crea el Sistema Nacional de Educación Superior, Ciencia y Tecnología y su Secretaría -hoy ministerio-, permite al MESCyT evaluar a las Instituciones de Educación Superior (IES) en base a una docena de componentes, que van desde filosofía de la institución hasta los recursos para la docencia. Estos aspectos son evaluados a través de un conjunto de preguntas por cada componente, las cuales son distribuidas entre los principales grupos de interés de las IES a manera de encuesta. La próxima EQ para las IES dominicanas será en 2021.
Según Martinez Rizo (2010) para resolver los grandes desafíos de la educación no pueden bastar como sustento las opiniones de sentido común de las autoridades respectivas o las de las partes involucradas, como los maestros o los padres de familia. Hacen falta bases más sólidas que, en una u otra forma, y dada la escala de que se trata, deberán incluir información precisa, válida y confiable, sobre el costo de las opciones educativas, pero también sobre sus probables repercusiones. Por esto, en muchos países, sobre todo en los más avanzados, se han establecido sistemas para el desarrollo indicadores sociales.
El desarrollo de indicadores para medir las realidades sociales no es algo nuevo, hay una historia que comienza formalmente en el siglo XVII, cuando el término “estadística” comenzó a usarse de manera frecuente y se refería a la información sobre algún aspecto de la situación del Estado, en forma de datos numéricos o cualitativos. Más adelante, se desarrolla la noción de Indicador Social usado fundamentalmente para complementar cifras de población y datos económicos. Biderman (1966) muestra que, desde fines del siglo XVIII, los presidentes de Estados Unidos de América utilizaron estimaciones numéricas en sus discursos ante la nación.
En 1929 el Presidente Hoover forma una comisión de especialistas para desarrollar un estudio sobre las tendencias sociales en Estados Unidos. Una nueva ola de interés se dio en la década de 1960, en la estela de la lucha por los derechos civiles, y en el marco de los programas de la Gran Sociedad y Lucha contra la Pobreza, del Presidente Lyndon Johnson. El Special Study Panel on Education Indicators observa que el famoso informe de la National Comisión on Excellence in Education, publicado en 1983 con el título de Una nación en peligro, se basó en comparaciones internacionales del desempeño de los alumnos de diversos países (Martinez Rizo, 2010).
Hoy en día se entiende que hay una clara relación entre indicadores y estadísticas, lo que permite concretar nociones abstractas y cuantificar lo cualitativo. Sin embargo, la mayoría de los países carece de medidas sistemáticas sobre resultados educativos y las evaluaciones comparativas internacionales son raras. La UNESCO, OCDE y EEUU alertan sobre problemas en las estadísticas de la educación, como son: bases de datos con lagunas y debilidades; falta de confiabilidad en los datos; datos sobre costos y gastos muy deficientes; datos sobre analfabetismo no confiables; enfoque limitado a números y no al funcionamiento, qué aprenden los alumnos o la edad de estos; entre otros.
En cuanto a la noción de indicador, Lazarsfeld entiende, en su tradición metodológica, que éste es parte del proceso de operacionalización: variables, dimensiones e indicadores. No obstante, el concepto clave es el de variable, que adopta valores distintos en la población objetivo. A veces las variables se conceptualizan de manera sencilla y otras veces para manejarlas es necesario buscar conceptos más precisos, pero equivalentes o representativos. Ej.: para la variable “nivel socioeconómico” se podrá recurrir en su lugar al concepto “ingresos mensuales”. Este último es un indicador de la variable anterior.
Wyatt (1994) define indicador como estadística sintética sobre el estado actual de un sistema educativo. Además, según este autor, la definición más aceptada hoy se deriva de Oakes, quien expresa que un indicador debe informar acerca, al menos, de uno de los siguientes aspectos: logros de un sistema educativo; valor predictivo; rasgos que permitan entender cómo funciona el sistema; y, problemas o aspectos relevantes de la política educativa. Además, un indicador debe medir aspectos presentes en todos los ámbitos del sistema, medir aspectos duraderos, ser inteligible, ser factible y ser aceptado.
Martínez Rizo, a partir de su experiencia, presenta la metodología para el diseño de sistemas de indicadores sistematizada en el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación y recogiendo elementos de Shavelson et al. (1989 y 1991) y de la Comisión Europea (1999), la cual comprende cuatro etapas: 1) Elaboración de la lista de indicadores; 2) desarrollo de cada indicador; 3) jueceo inicial; y, 4) prueba piloto o primera aplicación. En cuanto al desarrollo, deberá precisarse nombre y definición de cada indicador, marco de referencia, fuentes de información y fórmula de cálculo.
En ese mismo orden, la Organización de los Estados Iberoamericanos (OEI), con el apoyo de los ministerios de educación, sociedad civil y ONGs de sus respectivos países, ha establecido para el 2021 once metas para la educación básica, que también impactan la educación superior. El punto de partida fue la Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno en Mar del Plata, 2010. Además, se creó el Instituto de Evaluación y seguimiento de las Metas (IESME). Las metas son:

  1. Más participación de la sociedad;
  2. Más igualdad y menos discriminación;
  3. Más ofertas y de mayor carácter educativo;
  4. Mejor acceso a educación primaria y secundaria;
  5. Mejor calidad de la educación;
  6. Favorecer la conexión con el empleo;
  7. Educación continuada a lo largo de la vida;
  8. Fortalecer la profesión docente;
  9. Fortalecer la investigación científica;
  10. Invertir más y mejor;
  11. Evaluar el Sistema Educativo (Organización de Estados Iberoamericanos, 2020).
    Finalmente, la OCDE ha publicado el libro Measuring Innovation in education 2019: what has changed in the class room?, de la autoría de Stéphan Vincent-Lancrin et al., el cual examina el cambio en 139 prácticas educativas en educación primaria y secundaria, cubiertas en bases de datos internacionales. Según el libro, la mayor innovación de los últimos años radica en la adquisición de conocimiento independiente, prácticas de tarea, aprendizaje de memoria y aprendizaje activo. Además, ha habido un mayor uso de computadoras, tanto por parte de estudiantes como de profesores, pero los autores recomiendan explorar nuevas fuentes de datos, así como desarrollar instrumentos para medir los esfuerzos de innovación en todos los niveles de la educación.
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