Agua potable y cambio climático, cuestiones de seguridad nacional e internacional

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Por: BISMARCK J. HERNANDEZ, EGC, M.Sc.

El panorama del acceso al agua es diferente según la región del planeta donde se viva. Mientras muchas personas solo abren el grifo y sale el agua, el 40% de la población mundial recoge el agua necesaria de pozos, ríos, lagunas o charcas; sin ningún tratamiento o proceso de purificación antes del consumo humano. Mil cuatrocientos millones de personas, casi el 20% de la población mundial no tiene acceso a una fuente adecuada de agua potable. Esto no es porque no hay suficiente agua para suplir nuestras necesidades. Los seres humanos solamente usamos una cuarta parte del agua dulce disponible en el mundo. Sin embargo, el agua pocas veces se encuentra donde la necesitamos o en las cantidades adecuadas.

La crisis del agua es la faceta más extendida, más grave y más imperceptible de la devastación ecológica de la tierra. Se prevé que en 2025 la cifra de países que padecen escasez de agua se elevará a 56. Se estima que un país se enfrenta a una crisis hídrica cuando el volumen de agua disponible por habitante es inferior a 1,000 metros cúbicos al año. Por debajo de este nivel la salud y el desarrollo económico de una nación pueden verse seriamente comprometidos. Menos de 500 metros cúbicos al año amenaza la supervivencia misma de las personas. Actualmente, 1.1 billones de personas no tienen acceso a agua potable y más de 2.6 billones padece de salubridad inadecuada. En Asia, África y América Latina, una de cada seis personas no cuenta con acceso a agua potable (ONU-Agua, 2015).

El ciclo hidrológico es el proceso ecológico a través del cual un ecosistema recibe agua de la lluvia o de la nieve. Esa aportación de humedad recarga los cursos de agua, los acuíferos y las aguas subterráneas. La dotación de agua de un ecosistema depende del clima, de la orografía, de la vegetación y de la geología de la región. Buena parte de esta agua retorna a las nubes gracias a un proceso de evaporación/transpiración. Según Ballesteros y Pérez (2000) el hombre moderno ha abusado de la tierra en cada uno de estos aspectos, destruyendo su capacidad para recibir, absorber y almacenar agua.La deforestación y la minería han destruido la capacidad de almacenamiento del agua de las cuencas. El monocultivo agrícola y forestal han desecado los ecosistemas.

El agua dulce que está al alcance de los más de 7,000 millones de seres humanos y otros millones de seres vivos se reduce tan solo al 0.1% del total de la disponible en el planeta, lo que es muy preocupante cuando tomamos en cuenta aspectos tales como: el cambio climático, la sobreexplotación, la injusta distribución, la mala utilización, las actividades socioeconómicas y en mayor medida, la explosión demográfica a nivel mundial. Por otro lado, se estima que los habitantes del mundo, hemos consumido el 54% de la cantidad disponible del agua dulce de los ríos, lagos y acuíferos subterráneos. Y así, se puede vislumbrar que para el 2025 habremos consumido el 70% del agua dulce disponible en el mundo. Como consecuencia de ello, es posible que para el año 2050 miles de millones de personas de 60 países sufran escasez de agua, lo que se considera puede ser un peligro de conflicto armado y representa una verdadera amenaza para la seguridad global.

Hace más de dos décadas, el Informe sobre Desarrollo Humano (1994) introdujo la idea de la “seguridad humana” en el debate general sobre desarrollo. El objetivo fue mirar más allá de la estrecha percepción de la seguridad nacional, definida en  términos de amenazas militares y protección de los objetivos estratégicos de la política exterior y adoptar una visión de la seguridad desde el punto de vista de las vidas de las personas. El informe también recomienda invertir menos en armas y más en agua.

La seguridad del agua es una parte integral de este concepto más amplio de la seguridad humana. En términos generales, la seguridad se basa en que cada persona disponga de un acceso confiable a una cantidad suficiente de agua limpia por un precio asequible para lograr una vida saludable, digna y productiva, al mismo tiempo que se mantienen los sistemas ecológicos que proporcionan agua y también dependen del agua. Cuando no se cumplen estas condiciones o cuando se interrumpe el acceso al agua, la gente enfrenta grandes riesgos para la seguridad humana causados por un mal estado de salud y la interrupción de sus medios de sustento.

La cantidad de agua no es el único indicador de referencia de la escasez. La calidad también tiene influencia sobre el volumen de agua que se encuentra disponible para uso, y en muchas de las cuencas que sufren mayor estrés de agua, la calidad se ha visto comprometida por la contaminación. En República Dominicana, con casi cuatrocientos vertederos a cielo abierto, muchos de ellos ubicados cerca de cuerpos de agua, la contaminación le niega a la población gran parte de su agua.

El agua es vida, pero tanto la falta como el exceso de agua pueden convertirse en una amenaza para la vida. Aunque siempre ha habido inundaciones y sequías, en la actualidad se han vuelto más intensas y frecuentes. Esta climatología extrema está ligada al cambio climático, consecuencia a su vez de la contaminación de la atmosfera debido a la utilización de combustibles fósiles. La contaminación atmosférica y el cambio climático, externalidades ambientales de la economía del petróleo, determinarán el futuro del agua más que ningún otro factor y, a través del agua, el futuro de la vida en la tierra.

Para contrarrestar esta realidad, los ejércitos están llamados a colaborar de manera firme con los órganos competentes en la protección y reforestación de bosques, ubicación y rescate de nacientes de los ríos, construcción de franjas de protección de cuerpos de agua, conversión de vertederos a rellenos sanitarios, promoción del reciclaje, construcción de presas, acueductos y plantas de tratamiento, educación ambiental de la población, combate y persecución de contrabando de leña y carbón vegetal, entre otras acciones.

Por último, es interesante recordar que la Constitución dominicana manda a sus Fuerzas Armadas a “intervenir, cuando lo disponga el Presidente de la República, en programas destinados a promover el desarrollo social y económico y a mitigar situaciones de desastre y calamidad pública…” (Art. 252).

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