Kayra Ulloa 

Periodista
Una vez conocí un joven que se esforzaba por hacer las cosas bien, por aportar una idea (cuando entendía que podía aportar algo diferente o esclarecer algunas dudas), y lo hacía no porque consideraba que era el mejor, sino que le gustaba colaborar en lo que pudiera. Lo mismo esperaba que hicieran otros con él, aprender en el camino junto a sus compañeros.
Sin embargo, esto no fue así. Su persona era poco valorada y le prestaban muy poca atención a lo que él decía, en definitiva rechazado y puesto a un lado por sus compañeros de trabajo. ¡Wao! difícil situación aquella, el monstruo de la desigualdad social apareciendo.
Alegaban que no era igual que ellos, no tenía esos conocimientos básicos quizás, para pertenecer a su clase social… cuanta discriminación, cuanta miseria humana, cuanta falta de educación, abuso de poder, estigmatización y humillación hacia un ser.
La desilusión fue tan grande que llegó a preguntarse: ¿Qué había hecho mal? ¿Por qué sentía que era tan poca cosa para los demás? ¿Por qué no lograba encajar en ese ambiente? 
Cuando escuché esta historia, aquello verdaderamente me afectó, pues no podía creer lo que me comentaba ese joven soñador en aquel momento. Estereotipos que como sociedad queremos imponer y que prevalece hoy día, por el simple hecho de no querer aceptar a los demás como son.
Más calmada, en casa meditaba todo lo que él me había contado y dije: es lógico que no le caigas bien a todos, más difícil aún que otros no reconozcan tus virtudes. Pero eso lo pienso yo, pero si fuera a mí que me estuviera pasando, ¿cómo me sentiría? Me pregunté.
¿Por qué? Fue lo que pensé. Los “por qué” que no tienen respuestas, aquellos con lo que la vida te golpea una y otra vez, parece sencillo, pero verdaderamente no es así.
Cuando eres una persona que te gusta colaborar, que te gusta ayudar a solucionar problemas, otros sentirán envidia. Prevalecerá en esas personas su egoísmo, el deseo de haber sido ellos quienes hayan tenido la bella iniciativa.
Otros simplemente dirán, es que lo único que él o ella hace es sacar copias. Pero a la persona nunca lo verán. Entonces, es momento de demostrar que tan fuerte eres para seguir hacia adelante.
No verán cuánto ha avanzado ese ser humano. Que también llega con muchos problemas a la casa, al trabajo, sin embargo muestra su mejor sonrisa y ante todo su disposición.
Bien decía el abogado, pensador y político Mahatma Gandhi “Nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en resultado. Un esfuerzo total es una victoria completa”.
La mejor cachetada que le puedes dar a las personas es servirles e ignorarles, pues el ser humano siempre hablará de ti y eso tú no lo puedes controlar. Deja que el río siga su cauce y trata de que las opiniones de los demás no bajen tu autoestima. Tú permites quien puede ofenderte, maltratarte o no.
Por eso, haz lo que tengas que hacer y que no te importe lo que piensen los demás. Siempre existirán personas que querrán opacarte, que te harán sentir inferior, que eres una basura, que no vales nada.
No le hagas caso por qué eres único e irrepetible. Un ser humano maravillo que brilla con luz propia, una criatura de Dios. Siempre da lo mejor de ti, sin importar lo que digan los demás, esa es tú mayor recompensa, recuerda siempre lo que dice Gandhi.
En tu familia, en tu trabajo o en cualquier ambiente en el que logres desenvolver; tus obras, tus actos, tú trabajo es lo que marcará la diferencia. El amor, la dedicación, el esfuerzo, el empeño con que haces las cosas, eso es lo que vale y lo que habla por ti.
Nunca esperes nada de ningún otro ser igual que tú, con más defectos o menos virtudes.
Dice un dicho popular: “No le exijas al ser humano más de lo que no puede darte porque siendo poco tal vez es lo único que pueda ofrecerte”. Así que no esperes nada de nadie, solo haz tu trabajo, lo importante al final del día es que lo has hecho bien y que tengas la satisfacción de haber cumplido con la jornada, agradeciendo al Señor porque te lo ha permitido. 
Como dice la Biblia “Todo tiene su momento oportuno; hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo (Eclesiastés 3)”. Así que siempre trata de superarte a ti mismo y lograr tus objetivos, no permitas que nadie te robe tus sueños y el deseo de continuar aprendiendo.

- Publicidad -

Deja un comentario